Cuando éramos niños una de las actividades preferidas por muchos era el poder hacer por cuenta propia lo que los adultos hacían. Los juegos y juguetes dirigidos a este tipo de aprendizaje no suelen faltar en los espacios y jugueterías incluso en estos días de alta demanda de dispositivos digitales. No es para menos: hay elementos de la vida cotidiana que no podrán ser sustituidos por sucedáneos virtuales como lo son la alimentación y la ropa.
Hoy, un volumen cada vez mayor de la población mundial vive en ciudades. La vida en las urbes está dictada por un estilo de vida acelerado y éste impide realizar por uno mismo varias de las tareas más elementales. Aunque el grado de dependencia hacia terceros para cubrir necesidades tales como hacer la comida o limpiar la casa depende de muchos factores, es cierto también que la reciente pandemia nos orilló a reencontrarnos con algún tipo de autosuficiencia.
La incapacidad de recurrir a proveedores de servicios y productos y la disposición de tiempo libre animó a miles de personas a aprender o desempolvar habilidades que les permitieron usar las horas de encierro en actividades productivas y redescubrir las virtudes de hacer por uno mismo las cosas que estén al alcance. Así mismo, el realizar por uno mismo las tareas alimentan uno de los sesgos más conocidos por propios y extraños.
Sin entrar en evaluaciones objetivas sobre la calidad de lo que las personas hacen por sí mismas, es un hecho que nuestra mente sobrevalora lo que realizamos con nuestras propias manos y esfuerzo. Es fácil ir a redes sociales de video y buscar contenido sobre este sesgo. No obstante, la pregunta que planteamos en este blog es si más personas se animan a dejar de depender de terceros para satisfacer sus necesidades, ¿de qué forma es posible añadir valor agregado?
Salta a la vista otro ejemplo muy claro para responder en primera instancia esta pregunta. La famosa marca sueca de muebles de casa «hágalo usted mismo» es ya un caso de éxito y estudio para muchas personas que se sumergen en el mundo del Marketing. La empresa diseña muebles con formas y colores atractivos y los vende como si se trataran de juguetes de nuestra infancia. Su uso puede resumirse a: desempacar las piezas, leer el instructivo (muchos en verdad lo hacíamos a un lado por sobrevalorar nuestra intuición), poner las manos a la obra y al final decepcionarnos o enorgullecernos con el resultado.
No obstante, no es la única manera de sumar valor agregado al sector que busca activamente ser suficiente en algunas áreas de su vida diaria. Los cursos para aprender distintas técnicas y destrezas ganaron peso en estos últimos años. También no debemos perder de vista a las marcas que se especializan desde siempre a proveer materiales y utensilios: mercerías, ferreterías y almacenes de equipo de cocina, etcétera. No es extraño encontrar en estos sitios talleres dirigidos a aquellos que ya compraron los materiales, pero no saben cómo aplicarlos.
La satisfacción de hacer por uno mismo es una emoción que difícilmente las marcas podrán emular al entregar al consumidor el satisfactor ya hecho. Lo más cercano a esto es la personalización, pero suele sobreponerse a productos y servicios ya predefinidos. En cambio, mostrarse empático y atento a las necesidades de aquel sector de las personas que quiere tardar un poco más en hacer un pan o instalar su espejo en la sala de estar son otras formas de añadir valor cuando lo que se vende lo termina de hacer quien lo consume.
Claro está que este comportamiento muestra diferencias en cada momento y lugar. La Investigación de Mercados ayuda a conocer si este hábito está en boga o en caída entre tus clientes. Asegúrate de tener todos los elementos necesarios para tu próximo proyecto con nuestra ayuda. En Acertiva ponemos a tu alcance nuestros más de 18 años de experiencia en América Latina.
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