La situación sanitaria que vive hoy el mundo es una consecuencia de la globalización. Este último concepto dominó gran parte del inicio del siglo XXI. Hoy quizá no se escuche tanto, pero resurge de ve en cuando en los análisis de las causas de la pandemia. Y es que es verdad que gracias a los viajes internacionales de miles de personas que se daban hasta inicios de año es que el virus consiguió extenderse por todo el planeta.
La globalización también nos ha permitido gozar de satisfacciones como poder comer frutas de temporada todo el año y contar con estrenos simultáneos de series y películas. Antes, con la llamada fricción del espacio presente los productos y servicios tardaban en llegar de un sitio a otro. En otros casos no era posible el intercambio y se solucionaba con soluciones locales o echando de menos aquello que por la distancia y el tiempo no se podía consumir.
Con la caída del Muro de Berlín (cuyo aniversario se recordó esta semana) y el ascenso de un mundo liderado por un único país el comercio sufrió un impulso sin precedentes. Sin embargo, el costo a pagar en muchos casos se sigue pagando en estos días. Por ejemplo, casi todos recordamos marcas locales con nostalgia y que hoy ya no existen luego de ser absorbidas por marcas trasnacionales. En el mejor de los casos la marca local sobrevivió únicamente como recuerdo.
En algunos puntos del mapa, las personas se opusieron a la también llamada mundialización desde lo local: dar preferencia o, incluso, exclusividad a lo que se producía en el espacio inmediato. Esto con el fin de protestar por esos cambios que algunos consideraron un riesgo para una vida digna y sana. También es cierto que esta posición no ocupó un lugar central en el mercado y la mayoría de personas acogieron las mejoras con ánimo.
No obstante, pareciera que el sueño se convirtió en pesadilla. La oportunidad de disfrutar de todo de todos lados al mismo tiempo es la causa de que estemos encerrados en casa y siendo testigos de una coyuntura económica de grandes proporciones. La solución vuelve a pasar por la posición de los primeros opositores a la globalización. Y muchos ya se están dando cuenta de ello.
En Estados Unidos el Dr. Anthony Fauci, Director del Instituto de Nacional de Alergías e Infecciones Infecciosas señaló al respecto: «Siento que es casi una obligación de los vecinos mantener a flote los restaurantes del barrio». Más ahora que la situación ha sido larga y no se le ve una fecha de fin cercana.
El sentido de pertenencia a un lugar va muy de la mano de esta solución inmediata. Saber que se apoya con nuestra compra al vecino, al amigo, al pariente o al trabajador que conocemos muy bien de tiempo atrás es parte de la terapia que el mercado necesita para sobrevivir esta contingencia sanitaria y también puede ser el punto de partida para redefinir cómo se relacionan los consumidores y sus proveedores.
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