Distanciamiento social vs. distanciamiento físico: ¿cuál es la diferencia?

El distanciamiento es uno de los temas de actualidad en estas últimas semanas. Ante la pandemia de COVID-19 las autoridades de salud pública han recomendado o impuesto diversas acciones de aislamiento físico. Estar encerrados en casa por largos periodos, el tener que evitar en persona a nuestros seres queridos y colegas, además de no poder abrazar y besar a quienes les tenemos afecto ha generado nuevos retos a vencer durante esta contingencia. La salud mental y emocional de muchos está siendo puesta a prueba. Y todavía no sabemos todas las consecuencias que tendrá esto en nuestras sociedades en el futuro.

Sin embargo, este distanciamiento no es del todo nuevo. Desde fines del siglo XX e inicios del XXI hemos sido testigos y partícipes de un cambio de paradigma en los patrones de convivencia social. Por ejemplo, nuestros padres y abuelos suelen señalar que en sus tiempos las personas dedicaban más tiempo y atención a la convivencia en persona. Salidas al parque del pueblo, reunirse con los amigos en alguna fuente de sodas o cafés y el flirtear a la abuela o a la madre en la iglesia o la escuela eran cosas cotidianas y se daban por hecho. El contacto físico era parte intrínseca de la vida diaria.

Conforme pasó el tiempo el mercado laboral y los altos costos de vida exigieron que las mujeres se sumaran en mayor medida a la fuerza de trabajo. Aunado a la irrupción del internet y las redes sociales, las personas migraron a formas de contacto social mediante alternativas impersonales. Los aplicaciones de mensajería y de citas, las grandes redes sociales como Facebook y Twitter y las páginas web de streaming revolucionaron la forma en que convivimos. Ya no era necesario salir afuera para tener contacto con los demás. Los padres ya no frecuentaban tanto a los hijos.

Esta distanciamiento físico se empezó a imponer desde entonces. A partir de esos años ya era tema de debate entre expertos de ciencias sociales. Incluso se discutió que las nuevas generaciones no habían desarrollado correctamente sus habilidades de convivencia social. Ahora los padres suelen tener a sus hijos encerrados en casa, entretenidos con películas y videojuegos y con poco trato directo con ellos. El mundo afuera se percibe más peligroso. Atrás quedaron los días en que los niños jugaban en las calles hasta la hora de la merienda. No era necesario ni imprescindible verse en persona para charlar o divertirse. Las llamadas y los videojuegos de colaboración permitieron seguir conviviendo sin contacto personal.

Esto a la larga ha generado un nuevo comportamiento entre los individuos de nuestra generación: el distanciamiento social. Las relaciones entre personas ha sido sustituido por el aislamiento. No es necesario pensar siquiera en buscar amistades o frecuentar a los familiares. Desde nuestras pantallas podemos consumir los contenidos que sólo a nosotros nos gustan. Atrás quedaron los días de tener que ponerse de acuerdo con los otros de qué programa de televisión vemos o qué canción o locutor de radio se escuchaba.

Hay países, como Japón, en que el distanciamiento social ha cobrado especial peso y representa ahora un problema socioeconómico. No es un secreto que el Gobierno Japonés ve con temor como los japoneses no se casan y si lo hacen no suelen tener hijos; con el consiguiente efecto en el sistema de pensiones y renovación de la mano de obra nacional. El fenómeno de los hikikomoris (personas que renuncian a la convivencia con otros y se enclaustran en su habitación por años) es una clara muestra de cómo una sociedad cada vez más competitiva empuja a varios individuos al aislamiento antes que enfrentar a la brutal competencia y a la frustración.

El distanciamiento físico no involucra necesariamente el distanciamiento social. Y viceversa. Es posible estar encerrado en casa, la oficina o, incluso, en la calle y no tener trato con nuestros semejantes. Al mismo tiempo, es posible el mantener comunicación estrecha y sana con los que estimamos sin tener que frecuentarlos en vivo; más ahora que contamos con tecnologías como el internet y la telefonía. A pesar de que las tecnologías tienen ya cierto tiempo con nosotros no todos las dominan o tienen acceso a ellas. Todavía hay comunidades en que no hay cobertura de internet o hay generaciones que dependen de terceros para poder iniciar una videollamada o usar redes sociales.

El mundo que enfrentaremos una vez que se supere la emergencia sanitaria será muy diferente al que conocimos antes de su irrupción. Una vez que las políticas de distanciamiento físico se levanten corresponderá a nosotros definir nuevas formas de convivencia que nos permitan seguir adelante con el trato con quienes nos rodean y sin exponernos a nuevos y viejos patógenos. Será momento de evaluar si continuamos en la ruta del distanciamiento físico con convivencia social remota o se llega a un nuevo estadio en que se le de nuevo peso a la convivencia en persona y por ello los espacios públicos tengan un «segundo aire». Este tema es de interés en la investigación de mercados debido a que derivará en nuevos patrones y motivadores de consumo. Es momento para abordar desde la investigación este nuevo desafío.